Como os comenté en la anterior entrada de este blog os voy a relatar cómo me fue en la Escuela Municipal Haurtxaro de la Rotxapea.
Pese a todos mis miedos la experiencia ha sido muy gratificante, se respiraba alegría y eso contagia a una.
Planteé dos sesiones breves; primero para los más pequeños (sin contar a los lactantes) y después para los más mayores. Cada una de las sesiones duró unos 25 minutos. Ni mucho, ni poco. Los niños me demostraron que son muy capaces de mantener la atención, si lo que les ofreces le gusta.
Mis impresiones con los peques fueron las siguientes:
Sus miradas al entrar en la sala expresaban de todo un poco; alegría , curiosidad, prudencia, distancia e incluso miedo (dos de ellos se pusieron a llorar sin ni siquiera empezar los cuentos) . Durante la sesión, con la ayuda de las educadoras, que disfrutaban como niños, los peques rebosaron de emoción, afecto y alegría. Se les podía ver con los ojos como platos, dando palmas de alegría, buscando con la mirada a sus educadoras cada vez que algo le sorprendía y entusiasmaba. Lo mejor fue al final, todos querían acercarse para abrazarme o darme un beso, hasta los dos que lloraron al principio. Había calado en sus afectos y ahora ellos me hacían el mejor de los regalos, cargarme las pilas con su cariño. Como interprete, me di cuenta de que lo importante no era leer el cuento, sino interpretarlo de la forma que pudiera llegar al público.
Con los mayores fue diferente, ellos ya estaban en la sala esperándome.
No había miedo, sí curiosidad. En la sesión hubo menos «exageraciones» afectivas y más racionalidad. A nivel verbal eran más capaces de interactuar y sabían responder conceptualmente a contenidos que aparecen en los diferentes cuentos. En todo momento estuvieron muy atentos y no quitaban ojo a las láminas que pasaban ante sus miradas.
Me queda agradecer a Maricarmen y Maite su invitación a Haurtzaro, volveremos a encontrarnos.